
Más turbada que de costumbre por la paliza recibida en las urnas la cada día más bella, sensible e inteligente, según sus chupamedias más cercanos, la presidenta de la
República Bananera del Plata resolvió tomar distancia de ese traspié que la transformó en una viuda política y se marchó a luchar por el bienestar y la democracia allende los mares. Esto sólo es posible cuando no hay problema alguno en su reino que amenace el bienestar de sus lacayos. Como sucede desde que llegó al poder. Y repitiendo el delirio de su consorte, quien pretendió liberar a
Ingrid Betancourt emulando a
Rambo,
Cristina se embarcó en la ciclópea epopeya de restituir en el poder al destituido mandatario de
Honduras. El tour de compras por tierra del
Tío Sam arrojó un resultado de similares características al de su marido. Pero al regresar se topó con algo que ni ella sabía que tenía: descubrió el
Punto G. Sí señor. La inquietante belleza de Sudamérica tiene un costado humano. Se especula que llegó a un inesperado orgasmo gracias a
los gemidos de unos 320.000 súbditos infectados. Su "Punto G", con "G" de "Gripe A H1 N1", la transportó al mejor de los mundos.
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