
La noticia llegó en el peor momento. Quienes fueron testigos afirman que el
Jefe de Gobierno no lograba articular palabra alguna. Y otros en voz baja susurran que un fuerte hedor asaltó de improviso su despacho en la
Moncloa. Se había cagado encima. La escena hubiera enternecido incluso a sus adversarios políticos del ala dura del
PP. Y hasta a algún líder de la reaccionaria
ETA se le hubiera escapado un lagrimón. O dos. La silueta del
Ministro de Economía adquirió dimensiones faraónicas. Él de pie, hierático e incólume repetía:
"¡me cago en la leche!; ¡esto es todo nuestro capital al cerrar hoy la Bolsa!; ¡me cago en Bush y en la madre de Bush!!". Luego lo invadió el desánimo e irrumpió en llanto. La ínsula de
Puerto Pobre negó que haya autorizado el ingreso de niños y de toreros, por razones humanitarias.
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