SOBRESALTADO ÉL ESPERA A LA MUERTE
La naturaleza no nos dota a todos por igual de belleza física. Conozco el caso de Frank (por Frankenstein ), un viejo compañero mío de colegio al que la vida lo privó de todo encanto. Al nacer el ginecólogo y la partera le avisaron a su padre que “hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero lamentablemente nació con vida”. Ese fue el puntapié inicial de su larga y tortuosa vida. Se lo mostraron de espaldas a su madre y fue colocado en una incubadora con vidrios polarizados para evitar el llanto histérico de los otros bebés. Creció con el complejo de no haber sido amamantado por su madre, ya ésta acostumbraba a darle la espalda en lugar del pecho. En la escuela primaria obtuvo el primer premio al mejor disfraz, el de Monstruo de la Laguna, y sus padres nunca se encargaron de avisar a las autoridades escolares que no tenía ninguna careta puesta. Un día Frank se enfermó y el médico le prescribió que chupase un supositorio cada 8 horas, al confundir su cara con el culo. La única oportunidad en que alguien se ofreció a tenerlo sentado en las rodillas fue a los 10 años cuando fue a visitara la cárcel de Texas a un tío condenado a la Silla Eléctrica. Se afeitaba en la oscuridad porque los espejos se rompían con su cara. Creció, hoy tiene 41 años, y aún se conserva célibe, estado en el que morirá. Se inscribió como voluntario en la Legión Extranjera y lo rechazaron; donó sus órganos y también se los rechazaron. Intentó trabajar pero sólo consiguió, un contrato basura, como azafata del Tren Fantasma de una feria. Espera sobresaltado la muerte, a sabiendas, de que no se descompondrá. Ningún gusano se le acercará a él.
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